Seguro has escuchado esa frase de Ursula K. Le Guin que dice ‘el adulto creativo es un niño que ha sobrevivido’, ¿no? A mi me parece tan cierto, sobretodo ahora que soy madre y veo como ciertas cosas que hacemos o decimos en la crianza pueden llegar a coartar la creatividad en nuestros hijos (o en nosotros mismos).

Muchos de nosotros, hijos de la generación X y Y -o Millenials de la primera camada- escuchamos a nuestros padres decir frases como: ‘las cosas se hacen bien o no se hacen’, o ‘tu puedes ser lo que tu quieras, pero tienen que ser EL MEJOR’. Estas dos frases -o directrices- ponen una presión incalculable en los niños, obligándolos a buscar siempre el éxito y la perfección, sacándolos de la posibilidad de experimentar para aprender, de fracasar para volverse a levantar.

La experimentación es uno de los pilares más importantes del proceso creativo y es uno de los más que evitamos u olvidamos. Muchos pasamos de la idea a la activación sin darnos el tiempo de experimentar, de hacer modificaciones, de descubrir qué cambios se pueden hacer a la idea para que realmente resuelva el problema que estamos tratando de atacar con nuestra gestión creativa.

Nuestro miedo a ‘no hacerlo bien’ o a ‘no ser el mejor’ nos lleva a evitar entrar en el proceso creativo del todo y conformarnos con el estatus quo. Pensamos: ‘si cabe la posibilidad de no ser el mejor o de no hacerlo perfecto, para qué intentarlo’, y el cerebro se va en ‘shut down’.

También nos olvidamos que la creatividad es eso: resolver problemas de forma diferente. Ciertamente no vamos a lograr soluciones creativas si siempre hacemos lo mismo. Nuestro cerebro no genera esas conexiones neurológicas que inspiran nuevas ideas. Ante estas situaciones y maneras de enfrentar las cosas el cerebro automáticamente piensa: ‘si ya sabemos como se resuelve el problema, ¿para que tan si quiera intentar hacerlo de forma diferente?’ y se va en automático, ofreciéndonos la solución de siempre. Por eso, aunque las rutinas imparten estructura y seguridad, salirnos de vez en cuando de nuestra zona de confort y hacer las cosas de manera diferente le da un ‘shock’ muy interesante a nuestro cerebro, lo que permite la generación de nuevas ideas.

Aprendamos de los niños, de sus formas creativas de obtener lo que quieren, ya sea con cuentos, ‘mentiras’, o hasta con sus ‘berrinches’, que no son más que ideas que el cerebro les inspira para obtener lo que quieren o para entender mejor el mundo que les rodea.

Hay otra frase célebre, de Albert Einsten, que dice que ‘la creatividad es la inteligencia divirtiéndose’. Aprendamos de los niños a divertirnos con el proceso creativo, a intentar meter una cosas redonda en un orificio cuadrado, a encontrar soluciones donde no las hay y a inventarnos cuentos que nos lleven a resolver problemas.

De eso se trata la creatividad. Sobrevivamos.

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